En el verano de 1993, apuntaba como uno de los futbolistas más cotizados de la extinta Yugoslavia. Al Partizan le era imposible retenerlo, por lo que su futuro pasaba por una de las principales ligas europeas. Había recibido ofertas de la Bundesliga y de la Serie A. Le querían el Bayer Leverkusen y la Sampdoría. Pero una llamada de Radomir Antic le llevó a La Liga. El técnico serbio le había visto en el Partizán y le convenció para que se uniera a su proyecto en el Real Oviedo. Antic, por lo tanto, fue decisivo que Slavisa Jokanovic eligiera el conjunto carbayón, en detrimento del Leverkusen y la Sampdoria.
Y, desde el primer día, el Estadio Carlos Tartiere se enamoró de este mediocentro de 1,91m y 87 kg. Por su técnica, por su despliegue físico y por sus pulmones. Antic le dio libertad de movimientos y le acompañó de otros medios que le ayudaban en el trabajo destructivo; este rol desembocó en una de las mejores versiones del ex del Partizán en España. El Jokanovic del Oviedo fue lo que ahora se denomina como un box to box: defendía y se sumaba al ataque. De área a área. Lejos del Jokanovic más defensivo que se vio, por ejemplo, en el CD Tenerife, centrado en labores de recuperación y cobertura.
En las dos temporadas del balcánico en el Oviedo, el club quedó entre los diez primeros de La Liga (alcanzó en ambas ocasiones la novena plaza) y soñó con Europa. En la 1993/94, Jokanovic enlazó con Berto y Suárez. En la 1994/95, se juntó con Prosinecki y formaron un centro del campo balcánico de calidad. En este último curso, Jokanovic protagonizó una acción desafortunada ante el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Pisó el tobillo del madridista Fernando Redondo y le lesionó de gravedad. El único lunar del serbio en el conjunto carbayón.
En definitiva, un muy Real Oviedo, el de Antic, con Slavisa Jokanovic a los mandos. Un de tantos descubrimientos de Antic para la Liga.
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